Fecha: 26 septiembre, 2018

El artesano es ya un referente internacional gracias a sus innumerables piezas de autor, entre las que destaca el Cono de Apolonio

En un mundo cada vez más globalizado donde la producción en masa prevalece sobre el detalle, la calidad y la dedicación de la artesanía, aún quedan amantes de las técnicas más tradicionales a la hora de dar forma a distintas piezas de madera. El gran ejemplo tordesillano es Francisco Treceño, un arqueólogo que decidió cambiar sus registros topográficos por el torno con el que trabaja en su taller familiar de Casasola de Arión, dando pie a Artmadera, un negocio con el que produce encargos destinados a innumerables países de todo el mundo. Con el recuerdo temprano del olor de la madera -su abuelo ejerció como ebanista, en Palencia, durante su infancia- Treceño ha retomado un oficio que hoy ejerce en su taller de Casasola de Arión, donde parece que el tiempo se ha parado en los vestigios de una antigua y modesta nave industrial del siglo XIX.

“Después de ejercer como arqueólogo, y viendo lo que se avecinaba con la crisis de la construcción y que mi oficio estaba cada vez más vinculado a la obra pública, decidí dejarlo y empezar en este campo hace ya veinte años”, señala Treceño, quien reacondicionó esta antigua factoría familiar y empezó a trabajar -por defecto profesional- en piezas que normalmente formaban parte de su día a día, tales como vasijas arqueológicas, llevadas a la madera. “Encaucé todo de manera autodidacta, y me ayudó bastante trabajar, junto con Joaquín Lois, como organero, donde estuve cuatro años”, recuerda Treceño, quien pronto pudo ampliar su oferta de trabajos hasta llegar a completar un un catálogo sin precedentes, que comprende trabajos realizados hasta en 70 tipos de maderas.

“Hago trabajos artísticos de inspiración propia, y también por encargo o prototipos para arquitectos”, señala el tordesillano, quien tornea tanto madera seca como verde para dar pie a productos como dedales, morteros, platos, cascanueces, portacucharas, cuencos, floreros, cajas, palilleros o joyeros, siempre respetando “la armonía y las formas de las vetas de la madera”. Tal y como detalla, “en los últimos años está volviendo mucho a la moda la materia prima natural, como la lana, y prueba de ello es que últimamente estoy recibiendo encargos de cuencos laneros o agujas de tejer”, destaca, incidiendo en que la mayor parte de sus ventas las realiza a través de Internet.

A diferencia de otros compañeros de oficio, Treceño no participa últimamente en ferias, donde considera que “los artesanos llevan a cabo una labor dura y poco gratificante”, sino que centra su actividad en el taller, donde cada vez tiene más proyectos entre manos, creativos y diversos, y donde por sus manos pasa absolutamente todo el proceso productivo.

Su inquietud a la hora de crear piezas únicas le llevó, en 2009, a convertirse en el primer desarrollador del Cono de Apolonio, una pieza que no había llegado a materializarse. A través del contacto con otros torneros -por medio de foros- y gracias a este logro, entre otros, el tordesillano ha tenido ocasión de conocer a creativos interesantes de todo el mundo, como Stuart, la diseñadora de las latas de Coca-cola. “En marketing se utiliza mucho la geometría para hacer de los envases algo atractivo”, destaca, afirmando que ha tenido contacto, además, con creativos de Nestlé, que desde Suiza trabajan en los estudios de la cuarta dimensión, algo “muy difícil de entender”.

El Cono de Apolonio, la pieza imposible

Si existe una obra maestra que ha caracterizado el trabajo de Treceño es el Cono de Apolonio, una pieza “estética y geométricamente muy potente” que utiliza formas cónicas, la elipse, la hipérbola o la parábola, haciendo muy difícil su elaboración. Sin embargo, en 2009, Treceño dio con la fórmula, precisamente el mismo año en que apareció como referencia en el filme ‘Ágora’, de Amenábar.

El cono, cuyo nombre proviene de Apolonio, geómetra del siglo III antes de Cristo que quiso representar diversas formas cónicas que se dan en la naturaleza, fue rápidamente incorporado a la oferta del artesano tordesillano, que ha realizado encargos con destino a países de todo el mundo. “Normalmente se lo regalan a profesores por su jubilación, hay tan poca gente que sabe hacerlos que he llegado a venderlos incluso para obras de ópera en Reino Unido, o para países tan lejanos como Australia”, afirma Treceño, quien tiene una auténtica lista de espera para la producción de esta curiosidad de la geometría.